Y le fue dado un rollo del profeta Isaías, y tras abrir el rollo, encontró el lugar donde había sido escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí... (Lucas 4,17-18a traducido del texto griego Nestlé-Aland). BLOG DEDICADO AL ESTUDIO Y A LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA.

domingo, 31 de mayo de 2015

Reflexión sobre la Santísima Trinidad en Romanos 8,14-17. Segunda lectura en la Solemnidad de la Santísima Trinidad (B)


14 Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, Padre 16 El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. 17 Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con Él. (Romanos 8,14-17)


Introducción

La Carta a los Romanos fue escrita por san Pablo entre el 57 y 58 d.C. cuando se decidía a evangelizar España y para eso tenía que pasar por Roma. No se conocen los orígenes de la comunidad cristiana de Roma y la carta no nos aporta un indicio de la estancia del Apóstol allí al momento de su escritura. Algunos autores sostienen que la carta se escribió en Corinto.

Desde que Lutero toma la Carta a los Romanos como centro de su predicación en 1516, la carta ha sido un "campo de batalla" hasta el siglo XX, tiempo en el cual bajo el espíritu del Concilio Vaticano II se pudo comenzar una lectura más equilibrada y ecuménica entre católicos y protestantes.


Contextualización

Podemos identificar toda una unidad retórica en 8,1-17 que se compone de la siguiente manera:

A. Proposición v.1
B. Razón v.2
C. Desarrollo de la argumentación vv.3-17
         C1. En el pasado vv.3-4: la misión del Hijo de Dios.
         C2. En el presente vv.5-13: los bautizados son animados por el Espíritu.
             vv.5-8 Principios generales de la carne vs. Espíritu
             vv.9-11 Aplicación de los principios de vv.5-8 a los bautizados
             vv.12-13 Exhortación moral
         C3. Glorificación vv.14-17

Nuestra sección litúrgica (8,14-17) es la última parte de la argumentación del Apóstol acerca de 8,1-2: Por lo tanto, ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me libró, me libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte.


Reflexión

Los bautizados por haber recibido el Espíritu de la filiación divina debemos comportarnos como hijos de Dios y herederos de la gloria con Cristo pero ¿de qué sufrimientos se trata cuando nos dice que tenemos que tomar parte en los sufrimientos de Cristo? Más aún, en esta época que intenta negar todo sufrimiento humano, en donde han surgido grupos religiosos, como hongos, ofreciendo la "felicidad total" y el "sufrimiento cero" como mercancía a cambio de generosas dádivas para "dejar de sufrir". Pablo no explica de qué sufrimientos se trata pero en el v.18 nos da a entender que se trata de sufrimientos ligados a la condición humana, por los efectos del pecado: Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.

En el AT Dios se muestra como Padre del pueblo, notemos algunas características:

·         Padre liberador (Ex 4,22-23a): Entonces tú le dirás: Así habla el Señor: «Israel es mi hijo primogénito. Yo te he dicho que dejes partir a mi pueblo, para que me rinda culto.
·         Padre educador (Dt 8,5): Reconoce que el Señor, tu Dios, te corrige como un padre a sus hijos.
·         Padre afectuoso (Jer 31,20): ¿Es para mí Efraím un hijo querido o un niño mimado, para que cada vez que hablo de él, todavía lo recuerde vivamente? Por eso mis entrañas se estremecen por él, no puedo menos que compadecerme de él –oráculo del Señor–.
·         Padre comprensivo (Sal 103,13): Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles.

En el NT esto ya no es una metáfora de paternidad sino una realidad de la que participamos desde el bautismo, la revelación de Dios como Padre es algo central. Además, san Pablo nos aporta diciendo que hay dos testigos de esta filiación divina:

1) nuestro instinto de hijos de Dios, nuestro espíritu
2) El Espíritu Santo

Además, somos coherederos con Cristo. Hoy todavía no podemos participar plenamente de la herencia, el compartir con Cristo no significa partir la herencia sino compartir la pasión de Cristo en la forma de la vida presente hasta recibir la glorificación completa en la vida futura. En Filipenses 3,10-11 Pablo dice algo que nos puede orientar en nuestra peregrinación: Así podré conocerlo a él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en la muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos.

¡Pertenecemos a la familia de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo! Es una realidad que sobrepasa nuestro entendimiento, pero el Espíritu Santo nos da la certeza interior de que es verdad, aunque inexplicable. Cada día podemos despertar a la felicidad que esa verdad nos trae.

¡Hemos entrado a la vida trinitaria! Somos hijos y herederos de Dios, coherederos con Cristo. Y si hoy sufrimos con Él, si en nuestros sufrimientos presentes está Cristo como Hijo de Dios padeciendo con nosotros, con nuestras debilidades y problemas de la vida, si sufrimos con Él también con Él seremos glorificados.     
  
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.



Prof. Mauricio Shara

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