Más aún, juzgo que todo es pérdida ante la
sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las
cosas; incluso las tengo por basura para ganar a Cristo y encontrarme
arraigado en él, no mediante mi justicia, la que viene de la Ley, sino mediante
la que viene por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la
fe. Pretendo así conocerle a él, sentir el poder de su resurrección y
participar en sus padecimientos, haciéndome semejante a él en la muerte y
tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. No es que lo dé ya
por conseguido o que crea que ya soy perfecto; más bien continúo mi carrera por
ver si puedo alcanzarlo, como Cristo Jesús me alcanzó a mí. Por mi parte,
hermanos, no creo haberlo conseguido todavía. Sin embargo, olvido lo que dejé
atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, al premio a que Dios me
llama desde lo alto en Cristo Jesús. (Filipenses 3,8-14)
Introducción
Filipos era
una ciudad de Macedonia oriental, allí san Pablo predicó por primera vez la
Palabra de Dios en Europa junto a Silvano, Timoteo y otro compañero (Hch
16,11-12), allí también bautizó a Lidia, la vendedora de púrpura (Hch 16,14).
Esta Carta
fue escrita por san Pablo desde la cárcel, pero no sabemos con exactitud de qué
cárcel se trata (Fil 1,12-14), lo más probable es que estuviera ubicada en
Éfeso.
Generalmente
se divide la Carta en 3 grandes secciones, el pasaje que nos ocupa formaría
parte de una tercera sección o carta (3,2-4,3.8-9) escrita quizá entre el 57 y
58 d.C. la más tardía de las tres.
Una
estructura para facilitar la lectura de la Carta a los Filipenses:
A. 1,1-2 Saludo epistolar inicial.
B. 1,3-2,4 Responsabilidad pastoral del Apóstol por los filipenses.
C. 2,1-2,18 I ejemplo: Jesucristo.
D. 2,19-24 II ejemplo: Timoteo.
D'. 2,25-30 III ejemplo: Epafrodito.
C'. 3,2-4,9 IV ejemplo: Pablo mismo.
B'. 4,10-20 Responsabilidad pastoral de los filipenses por el
Apóstol.
A'. 4,21-23 Saludo epistolar final.
Así, nuestra
sección litúrgica se encuentra en la parte C' que comprende desde 3,2 a 4,9 y
el tema central es el autorreferencial ejemplo del Apóstol, lo cual marca un
aspecto importante e insoslayable de su riquísima personalidad. A Pablo no le
interesaba en lo más mínimo la falsa humildad, es decir, aquella con la que se esconden
y disfrazan las chaturas y las mediocridades. San Pablo no tenía un perfil
alto, tenía un perfil altísimo. Es necesario decir estas cosas para poder
entender la sección litúrgica y no caer en el lugar común, aburrido e
insoportable caleidoscopio ideológico espiritualista. San Pablo era un ser
humano.
Si tuviéramos a san
Pablo hoy en la Iglesia ¿lo soportaríamos? sólo es una pregunta...
La sección
litúrgica
El Apóstol renuncia
aquí a sus títulos judíos pero no porque sean malos en sí mismos sino porque
están relacionados a la Ley mosaica, que él entiende como antagónica al acto de
fe en Jesucristo. Acá no se trata de desvalorizar toda clase de títulos o
estudios, nada tiene eso que ver con la intención del autor. La ganancia es
Cristo mismo. Pablo recuerda las ponderaciones a la Sabiduría en Pr 8; Job 28 y
Sb 7, Cristo es la Sabiduría y por eso todo el conocimiento religioso anterior
del Apóstol es nada comparado con Jesucristo.
La peor
interpretación que podríamos hacer de este pasaje sería una hipócrita apología
de la chapucería. Nuevamente, eso no guarda ninguna relación con el texto.
En el v.9 hay una
síntesis de la doctrina paulina de Romanos y Gálatas: y encontrarme arraigado en él, no mediante mi
justicia, la que viene de la Ley, sino mediante la que viene por la fe en
Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe.
Frase que
corona el discurso son los vv.10-11: Pretendo
así conocerle a él, sentir el poder de su resurrección y participar en sus
padecimientos, haciéndome semejante a él en la muerte y tratando de llegar a la
resurrección de entre los muertos. No es que lo dé ya por conseguido o que crea
que ya soy perfecto; más bien continúo mi carrera por ver si puedo alcanzarlo,
como Cristo Jesús me alcanzó a mí.
Esto es
conocer a Jesucristo por experiencia personal, íntima con Dios, comunión con Él
con la esperanza puesta en la resurrección.
Los vv.12-14: No es que lo dé ya por conseguido o que
crea que ya soy perfecto; más bien continúo mi carrera por ver si puedo
alcanzarlo, como Cristo Jesús me alcanzó a mí. Por mi parte, hermanos, no creo
haberlo conseguido todavía. Sin embargo, olvido lo que dejé atrás y me lanzo a
lo que está por delante, corriendo
hacia la meta, al premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús. Pablo compara
la vida con una competencia atlética desde el llamado hasta la concesión del
premio, así como Cristo alcanzó a Pablo camino a Damasco, así Pablo tiene que
recorrer lo que le falta para alcanzar a Cristo, como ministro competente.
A veces, en
una sintonía extraña se escucha que la competencia y lo competente fueran malos
a los ojos de Dios. San Pablo hoy nos demuestra que esa es una mentira del
diablo para impedir nuestra carrera al premio del supremo llamamiento en Cristo
Jesús.
Tratemos de
imitar al Apóstol en esa dinámica, en esa energía, en es excelencia, en esa
pasión, porque es realmente amar a Dios y al prójimo.
Prof.
Mauricio Shara
Como Pablo no creo haber alcanzado la santidad, que Dios nos pide, pero sigo la carrera, en el tiempo que El me otorgue de vida, para llegar a la meta...!!!!!!!!!!!!!!!
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