14 Todos los que son conducidos por el Espíritu de
Dios son hijos de Dios. 15 Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos
para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos
hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, Padre 16 El mismo Espíritu se une a
nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. 17 Y si somos
hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo,
porque sufrimos con él para ser glorificados con Él. (Romanos 8,14-17)
Introducción
La Carta a los Romanos fue escrita por san Pablo entre el 57 y 58
d.C. cuando se decidía a evangelizar España y para eso tenía que pasar por
Roma. No se conocen los orígenes de la comunidad cristiana de Roma y la carta
no nos aporta un indicio de la estancia del Apóstol allí al momento de su
escritura. Algunos autores sostienen que la carta se escribió en Corinto.
Desde que Lutero toma la Carta a los
Romanos como centro de su predicación en 1516, la carta ha sido un "campo
de batalla" hasta el siglo XX, tiempo en el cual bajo el espíritu del
Concilio Vaticano II se pudo comenzar una lectura más equilibrada y ecuménica
entre católicos y protestantes.
Contextualización
Podemos
identificar toda una unidad retórica en 8,1-17 que se compone de la siguiente
manera:
A. Proposición v.1
B. Razón v.2
C. Desarrollo de la argumentación vv.3-17
C1. En el pasado vv.3-4: la misión del
Hijo de Dios.
C2. En el presente vv.5-13: los
bautizados son animados por el Espíritu.
vv.5-8 Principios generales de la carne vs.
Espíritu
vv.9-11 Aplicación de los principios de vv.5-8 a
los bautizados
vv.12-13
Exhortación moral
C3. Glorificación vv.14-17
Nuestra
sección litúrgica (8,14-17) es la última parte de la argumentación del Apóstol
acerca de 8,1-2: Por lo tanto, ya no hay condenación para aquellos
que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me
libró, me libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte.
Reflexión
Los
bautizados por haber recibido el Espíritu de la filiación divina debemos
comportarnos como hijos de Dios y herederos de la gloria con Cristo pero ¿de
qué sufrimientos se trata cuando nos dice que tenemos que tomar parte en los
sufrimientos de Cristo? Más aún, en esta época que intenta negar todo
sufrimiento humano, en donde han surgido grupos religiosos, como hongos, ofreciendo
la "felicidad total" y el "sufrimiento cero" como mercancía
a cambio de generosas dádivas para "dejar de sufrir". Pablo no
explica de qué sufrimientos se trata pero en el v.18 nos da a entender que se
trata de sufrimientos ligados a la condición humana, por los efectos del
pecado: Yo considero que los sufrimientos
del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará
en nosotros.
En
el AT Dios se muestra como Padre del pueblo, notemos algunas características:
·
Padre
liberador (Ex 4,22-23a): Entonces tú le dirás: Así habla el Señor: «Israel
es mi hijo primogénito. Yo te he dicho que dejes partir a mi pueblo, para que
me rinda culto.
·
Padre
educador (Dt 8,5): Reconoce que el Señor,
tu Dios, te corrige como un padre a sus hijos.
·
Padre
afectuoso (Jer 31,20): ¿Es para mí Efraím
un hijo querido o un niño mimado, para que cada vez que hablo de él, todavía lo
recuerde vivamente? Por eso mis entrañas se estremecen por él, no puedo menos
que compadecerme de él –oráculo del Señor–.
·
Padre
comprensivo (Sal 103,13): Como un padre cariñoso con sus hijos, así es
cariñoso el Señor con sus fieles.
En
el NT esto ya no es una metáfora de paternidad sino una realidad de la que
participamos desde el bautismo, la revelación de Dios como Padre es algo
central. Además, san Pablo nos aporta diciendo que hay dos testigos de esta
filiación divina:
1)
nuestro instinto de hijos de Dios, nuestro espíritu
2)
El Espíritu Santo
Además,
somos coherederos con Cristo. Hoy todavía no podemos participar plenamente de
la herencia, el compartir con Cristo no significa partir la herencia sino
compartir la pasión de Cristo en la forma de la vida presente hasta recibir la
glorificación completa en la vida futura. En Filipenses 3,10-11 Pablo dice algo
que nos puede orientar en nuestra peregrinación: Así podré conocerlo a él, conocer el
poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme
semejante a él en la muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección
de entre los muertos.
¡Pertenecemos
a la familia de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo! Es una realidad que
sobrepasa nuestro entendimiento, pero el Espíritu Santo nos da la certeza
interior de que es verdad, aunque inexplicable. Cada día podemos despertar a la
felicidad que esa verdad nos trae.
¡Hemos
entrado a la vida trinitaria! Somos hijos y herederos de Dios, coherederos con
Cristo. Y si hoy sufrimos con Él, si en nuestros sufrimientos presentes está
Cristo como Hijo de Dios padeciendo con nosotros, con nuestras debilidades y
problemas de la vida, si sufrimos con Él también con Él seremos
glorificados.
Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos. Amén.
Prof.
Mauricio Shara
Excelente catequesis Mauricio.
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