Cuando hablamos de
"gema bíblica" hablamos de un fragmento bíblico, una frase que no
debe ser sacada de contexto pero que una vez contextualizada por el intérprete
puede expresar toda la fuerza de la Palabra de Dios. Siguiendo al teólogo Hans
Urs von Balthasar: "el todo en un fragmento", se trata de la
expresión del todo en una parte. Además, en analogía con el cuerpo humano
podemos evidenciar toda la realidad de esta afirmación.
La versión Jerusalén latinoamericana (2003) lee así II Co
3,17: "Porque el Señor es el
Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad".
En realidad, no varían mucho las versiones de la Biblia sobre este versículo.
San Pablo nos muestra el vínculo profundo entre Cristo y el Espíritu Santo, que
es enviado a la historia humana para revelar la plenitud de la Palabra de Dios.
Pero...¿qué nos quiere decir el Apóstol respecto a la
libertad? sin duda que se refiere a una libertad espiritual, religiosa que
impregne la vida de alegría. Una adhesión gozosa a Jesucristo que nos concede
la gracia para abrazarnos y restaurarnos, sacándonos de la esclavitud del
pecado. Como dice en Romanos 8,2: "Porque
la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado
y de la muerte".
Sin embargo, esa libertad, para muchas personas es muy
difícil de alcanzar, incluso para los cristianos. El filósofo indio Sri
Aurobindo enunciaba una realidad patente: "todo
el mundo aspira a la libertad y, sin embargo cada criatura está enamorada de su
propias cadenas". ¡Qué horror! una suerte de lo que los psicólogos
llaman "síndrome de Estocolmo" pero, lamentablemente esto pasa. Pasa
p.e. en algunos grupos en donde suele haber una suerte de "dueño del
Espíritu Santo". Son "Aladinos que frotan la lámpara", son "Hamelines
que tocan la flauta" y se llevan a los más pequeños, a los más débiles a
la cueva del cautiverio. Estos embaucadores abundan en todo el mundo y donde
ellos están, además de corrupción...allí siempre hay temor, allí siempre hay esclavitud.
Pero, al contrario de esta podredumbre ¡Aánimo! porque "Donde está el Espíritu del Señor hay
libertad". El Espíritu Santo nos abre a horizontes de libertad
interior, como dice el Salmo 104,30: "Envías
tu Espíritu, Señor, los creas y renuevas la faz de la tierra".
Invoquemos al Espíritu Santo que es principio de libertad interior y de amor.
Santo Tomás de
Aquino decía en su "El Decálogo": "la ley del temor hace siervos a sus observantes, y en cambio la
ley del amor los hace libres. En efecto, aquel que obra sólo por el temor, obra
al modo del siervo; quien, en cambio, obra por amor, obra a la manera del libre
o del hijo. Por lo cual el Apóstol dice en 2Co 3,17: "Donde está el Espíritu del Señor,
allí está la libertad", porque obran por amor como hijos".
"De ahí
nace nuestra libertad, del influjo que el Espíritu opera en nosotros. Libertad
respecto a la
Ley, gozo del
conocimiento del amor de Dios, confianza en nuestra relación con Dios,
franqueza en
nuestra
predicación... Moisés sólo podía ser mediador de la letra. A nosotros se nos ha
dado ser reflejos de la gloria de Cristo resucitado en todo nuestro ser,
palabra y vida, acción y persona. Así puede definirse nuestro ministerio, como
acción transformante de su Espíritu".[1] Porque "Donde está el Espíritu del Señor hay
libertad".
San Agustín en
"El Espíritu y la letra" (16,28) dice: "Tras habernos justificado con su don, el Espíritu de Dios nos
quita el gusto del pecado, y en eso consiste la libertad; lo mismo que antes,
sin Él, hallábamos placer en pecar, y en eso consistía nuestra
esclavitud."
San Juan Pablo II
en Tumaco, Colombia en 1986 decía lo siguiente: La humanidad busca, de muchas maneras, a Dios. Tiene sed de salvación.
Desea la verdadera felicidad, la verdadera libertad. Como la tierra necesita la
lluvia, el mundo tiene necesidad del Evangelio, de la Buena Nueva de Jesús. La
historia toda se orienta hacia Cristo, hacia su verdad, que nos hace libres
(cf. Ibid., 8, 32). El Espíritu
Santo conduce a los pueblos hacia el Señor. «El es la fuente del valor, de la
audacia y del heroísmo: "donde está el Espíritu del Señor está la
libertad".
El sabio Benedicto
XVI dice en Verbum Domini, 38: “El Señor
es el Espíritu, y donde hay el Espíritu del Señor hay libertad”. El Espíritu
liberador no es simplemente la propia idea, la visión personal de quien
interpreta. El Espíritu es Cristo, y Cristo es el Señor que nos indica el
camino.
Sigamos
peregrinando hacia Dios en libertad.
Prof. Mauricio
Shara
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