Y le fue dado un rollo del profeta Isaías, y tras abrir el rollo, encontró el lugar donde había sido escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí... (Lucas 4,17-18a traducido del texto griego Nestlé-Aland). BLOG DEDICADO AL ESTUDIO Y A LA INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Dios hace añicos el totalitarismo en Babel


1 Todo el mundo hablaba una misma lengua y empleaba las mismas palabras. 2 Y cuando los hombres emigraron desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. 3 Entonces se dijeron unos a otros: «¡Vamos! Fabriquemos ladrillos y pongámolos a cocer al fuego». Y usaron ladrillos en lugar de piedra, y el asfalto les sirvió de mezcla. 4 Después dijeron: «Edifiquemos una ciudad, y también una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo, para perpetuar nuestro nombre y no dispersarnos por toda la tierra». 5 Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, 6 y dijo: «Si esta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. 7 Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a otros». 8 Así el Señor los dispersó de aquel lugar, diseminándolos por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad. 9 Por eso se llamó Babel allí, en efecto, el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra. (Gn 11,1-9)


La interpretación popular de este relato explica por qué hay tantos idiomas y confusión en el mundo. Al principio todos hablaban una sola lengua en un mundo ideal y Dios castigó el orgullo humano con la pluralidad. Así, la diversidad, la multiplicidad es un castigo divino. Pero esta interpretación repetida hasta el hartazgo no se justifica completamente en el texto y si lo reflexionamos desde una profundización veremos que se desdibuja y pierde el sentido superficial que se le ha dado.

Lo que más ha complicado la interpretación de este texto es una lectura caprichosa vista desde el relato de Pentecostés, que tampoco se lo interpreta bien, ya que la intención de Lucas no es decir que todos los cristianos hablarían en el mismo idioma, algo que nunca se ha realizado, sino que la teofanía del Espíritu Santo trae la glosolalia, el hablar en lenguas, que es interpretado milagrosamente por toda la diversidad presente sin necesidad de "mediums, es decir, que el Espíritu Santo permite superar los muros de separación pero no a expensas de imponer un totalitarismo fundamentalista, cultural e ideológico.     

El relato refleja la actitud irónica y satírica de un hebreo que se encuentra en Babilonia y ve grandes ciudades con sus torres, se asombra de los materiales usados para esas construcciones, ya que carecen de canteras de piedra y las hacen con ladrillo y betún. También se asombra por esas grandes concentraciones humanas concentradas en esas ciudades y es posible que haya visto alguna ciudad inconclusa y abandonada.

La construcción de una gran ciudad con una gran torre monumental era el deseo de todos los grandes reyes mesopotámicos para perpetuar su fama para siempre (11,4). En la interpretación popular se habla sólo de la torre y se ha olvidado completamente a la ciudad, siendo que, curiosamente, aparece más veces en el texto que la torre. Asimismo, pretendían conquistar un imperio sobre el cual imponer una ley, un idioma, una cultura para pacificarlo de manera hegemónica. Era el delirio imperialista y totalitario de estos reyes. Con gran ironía y sarcasmo el autor sagrado muestra como Dios hace añicos ese deseo egolátrico.

En Gn 11,1 hay una expresión que la BPD traduce como "lengua", es el vocablo saphá, un sustantivo hebreo femenino, que en la Biblia significa varias cosas: "idioma", pero también "orilla", "margen". Es decir, que todos los hombres andaban "por la misma vereda", dicho de una manera simple y actual. También encontramos el vocablo debarim, sustantivo hebreo masculino plural, que significa "palabras" (BPD), pero también "causas", "cuestiones", "planes". O sea, que lo que nos muestra el v.1 es el delirio totalitario de los reyes mesopotámicos en su máxima expresión: Todos estaban en concordia, unánimes, ejecutando los mismos planes, teniendo la misma causa, la misma cultura, el mismo idioma. Todo esto impuesto de manera totalitaria, absoluta.

Se parece al delirio totalitario de los nazis y los comunistas en la Europa del siglo XX, en donde el estado nacional encarnaría al "Espíritu Absoluto" y se lo impone a todos los habitantes. Por ejemplo Adolfo Hitler en su libro "Mein Kampf" dice: "El futuro de un Movimiento depende del fanatismo, y hasta de la intolerancia con que sus adeptos sostengan su causa, como la única justa, y la impongan frente a otros Movimientos de índole semejante"... "La magnitud de toda organización poderosa, que encarna una idea, estriba en el religioso fanatismo y en la intolerancia con que esa organización, convencida íntimamente de la verdad de su causa, se impone sobre otras corrientes de opinión".   
      
A continuación veremos cómo funciona dinámicamente el espléndido relato de Gn 11,1-9 llamado comúnmente "la torre de Babel", habiéndose olvidado de la ciudad.


Estructura de la narración

El texto tiene 2 grupos puestos en orden inverso:

·         11,1-4
·         11,5-9
  
Primero, en 11,1-4  hay un movimiento horizontal de los seres humanos hacia la llanura de Sennaar en Babilonia. Luego, sigue un movimiento vertical tratando de "alcanzar el cielo".

Segundo, en 11,5-9, hay un movimiento vertical cuando Dios "desciende" haciendo añicos el deseo de "subir" (11,4; 11,5.78b). Luego, Dios produce un movimiento horizontal, deshaciendo la verticalidad totalitaria (11,2; 11,8a).

Por tanto, el relato no es una apología del totalitarismo, sino al contrario, Dios castigó el delirio fantoche de los regímenes mesopotámicos, al hacerlo, Dios bendice, de manera implícita, a la humanidad con la liberación de la diversidad, de la multiplicidad, del pluralismo, para que ningún ególatra pretenda adueñarse de la humanidad.

¡Gloria a Dios!



Prof. Mauricio Shara

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