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jueves, 22 de octubre de 2015

Qué es la Biblia y por qué necesitamos interpretarla

¿Qué es la Biblia y por qué necesitamos interpretarla?





¿Qué es la Biblia?

Lo primero que consideraremos es a qué nos referimos cuando hablamos de "biblia", iniciando una perspectiva que va desde lo más simple: ¿qué es aquello que descansa sobre un escaparate en una librería y tiene como nombre "La Biblia"? y lo primero que observamos es que se trata de un libro que a su vez contiene muchos libros.


Luego, al abrir este libro nos percatamos que dentro contiene dos grandes bloques: Antiguo y Nuevo Testamento, y que a su vez si miramos el índice nos encontraremos con otros grupos de libros dentro de cada Testamento p.e. en el AT: "Pentateuco", "Libros históricos", "Lírica", "Libros sapienciales" y "Libros proféticos", aunque también quizá esté dividido en dos grandes grupos: Prosa y Poesía. Para el NT también hallaremos grandes grupos de libros p.e. "Evangelios", "Hechos", "Cartas paulinas", "Hebreos", "Cartas católicas" y "Apocalipsis".     

Ahora podemos preguntarnos nuevamente ¿qué es la Biblia? y ¿se trata de un sólo libro o un conjunto diverso de muchos libros? que para los católicos son 73. En griego "biblos" se llama al soporte sobre el cual se escribía: el rollo. El término está relacionado con la ciudad fenicia de Byblos, cuyo puerto se utilizaba para comerciar el papiro egipcio, que era un material usado para escribir.

La palabra "biblia" es el plural griego de "biblion", que significa "libro". Las lenguas occidentales tomaron la expresión plural "ta biblia" singularizada por el latín. Por lo tanto, estamos en presencia de una biblioteca y al mismo tiempo de un libro. O sea, que estamos en presencia de una obra que es tan única como diversa, esa obra es la Biblia.


¿Por qué necesitamos interpretar la Sagrada Escritura?

Porque la misión de la Iglesia es reconciliar a los seres humanos con Dios por medio de la predicación de la Palabra de Dios y el testimonio auténtico. En el Nuevo Testamento podemos ver que el primer objetivo de anunciar el Evangelio es para llevarlo a los que no aún han oído o no han oído lo suficiente para creer (Hch 2,14-42; Ro 15,20-21). Por eso la interpretación bíblica es un componente esencial en la vida pastoral, siendo la Escritura la fuente principal, pero no la única, también tenemos la Tradición activa y la liturgia, que además son fuentes recíprocas con la Biblia.

Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en Él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de Él? ¿Y cómo oír hablar de Él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: "¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!" Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: "Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?" La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo. (Romanos 10,13-17)

Ahora bien, la interpretación de la Biblia no se limita sólo a una homilía sino que interviene en una serie de actividades teológicas y pastorales: catequesis, liturgia, estudios, reflexiones, publicaciones, grupos bíblicos, etc. Y en cada caso la función del agente pastoral no consiste en hacer valer opiniones propias por encima de la Palabra de Dios.

"Por otra parte, es precisamente la fe de la Iglesia quien reconoce en la Biblia la Palabra de Dios; como dice admirablemente san Agustín: «No creería en el Evangelio si no me moviera la autoridad de la Iglesia católica». Es el Espíritu Santo, que anima la vida de la Iglesia, quien hace posible la interpretación auténtica de las Escrituras. La Biblia es el libro de la Iglesia, y su verdadera hermenéutica brota de su inmanencia en la vida eclesial." (Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini, 29).  
   
Siendo así, la Iglesia puede atreverse a hablar de Dios porque Dios le ha hablado a ella. Somos fieles servidores de la Palabra de Dios si se anuncia "en nombre de Cristo" (II Corintios 2,17); "con toda libertad" (Hechos 4,29) y "sin temor" (Filipenses 1,14).



Prof. Mauricio Shara

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